💣 El drama oculto de miles de estudiantes que sostienen la universidad pública con el cuerpo
Matías Calderón se acaba de graduar, pero no se desvincula de la lucha. Su testimonio, recogido por Revista Vértices, revela las condiciones cada vez más precarias de quienes estudian en la Universidad Nacional de Tucumán, pero podría hablar por miles en todo el país. El acceso a un plato de comida, un cuadernillo o un pasaje se convierte en un obstáculo cotidiano. Mientras el Estado reduce el presupuesto universitario y abandona las políticas de contención, el movimiento estudiantil responde con ollas populares, becas autogestionadas y redes de solidaridad. La nota no solo denuncia la indiferencia oficial, sino que subraya una verdad incómoda: la educación pública hoy se defiende a fuerza de militancia y ayuno. El estudiante es un consumidor vulnerable, pero también un actor político que se organiza cuando ya no hay otra opción.
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Editorial
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🔻 Una universidad fragmentada, como sus políticas de asistencia
“Nuestra universidad acá no está en un mismo lugar, sino que está distribuida en distintos puntos de la capital.”
“Por ende, hay dos grandes comedores y después cada facultad por ahí cuenta con bares, pero no son comedores universitarios.”
La dispersión geográfica de la Universidad Nacional de Tucumán impide implementar soluciones centralizadas. Mientras en otras universidades el comedor está al alcance de todos, aquí las distancias y la falta de articulación entre facultades reproducen la desigualdad interna. Sin políticas de base comunes, la alimentación estudiantil depende más de la suerte que del derecho.
🔻 Entre la necesidad y la resignación: comer o cursar
“El monto para acceder a un almuerzo en cada comedor es de 1.600 pesos.”
“No termina de ser un alivio para el bolsillo del estudiante que cada vez se encuentra con menos dinero.”
El precio subsidiado del comedor no alcanza para garantizar continuidad educativa. Aunque suene accesible en comparación con el mercado, no hay bolsillo que lo sostenga cuando se suma al transporte, los materiales, el alquiler y la inflación. Lo que debería ser un derecho termina siendo una carga diaria más.
🔻 El costo real de estudiar
“Hicimos un cálculo mensual entre transporte, cinco almuerzos semanales y un cuadernillo para una materia.”
“Cada estudiante está gastando casi 100.000 pesos mensuales entre esos tres costos.”
El simple acto de estudiar una materia ya implica gastos imposibles de sostener sin ayuda. Y eso sin contar carreras que exigen equipamiento específico, materiales prácticos o segundas jornadas de traslado. El acceso a la educación se convierte en un camino con peajes invisibles que expulsa sin necesidad de decreto.
🔻 Hambre y baja en el rendimiento académico
“Un estudiante no puede estudiar con el estómago vacío.”
“No puede estar óptimo para cursar una materia entre las 2 y las 6 de la tarde sin un almuerzo.”
La falta de alimento afecta el aprendizaje, la concentración, el humor y la permanencia en la cursada. La energía necesaria para transitar una jornada académica no proviene del aire. Sin políticas alimentarias integrales, se debilita el cuerpo y se fractura la voluntad.
🔻 Becas estancadas, trayectorias rotas
“Las becas Progresar realmente no acompañan las trayectorias estudiantiles.”
“Tuvieron una pérdida del poder adquisitivo del 100%.”
Las becas, que deberían ser piso de dignidad, hoy son sólo símbolos vacíos. Mientras los precios suben, los montos se congelan. No hay ajuste técnico cuando lo que se recorta es la posibilidad de permanecer en la universidad. Se asiste al estudiante solo hasta la puerta de la deserción.
🔻 Comedores desbordados y becas simbólicas
“En Filosofía y Letras hay un total de 8.000 matriculados al año.”
“20 becas no acompañan ni al 1% del sector estudiantil.”
Los números son crudos: la cobertura alimentaria es una ficción institucional. La beca no es política pública, es lotería. La mayoría queda fuera de ese mínimo auxilio y enfrenta cada mediodía con incertidumbre o directamente con ayuno.
🔻 Comer para poder pensar
“Los insumos alimenticios son un aporte importante para estar dentro de la Facultad.”
“No se puede continuar un cursado así, sin obtener una buena beca de impresiones ni de almuerzo.”
Comer no es un lujo, es una condición de posibilidad. Quien piensa que con fotocopias se estudia, olvida que el cuerpo también tiene límites. Sin almuerzo ni desayuno, el estudiante no aprende: sobrevive.
🔻 El menú del comedor: un oasis limitado
“Dentro de los comedores, la verdad que los menús están bastante acordes al precio.”
“Viene el plato principal, una fruta como postre y un vaso de jugo.”
Aunque limitado, el comedor es un refugio. La composición nutricional es decente y permite reponer energía. Pero el problema no es su calidad, sino su escasa accesibilidad: no todos pueden llegar ni todos pueden pagar.
🔻 Ollas populares como respuesta política
“Hicimos entre tres y cuatro ollas populares, donde dimos entre 100 y 150 becas.”
“Logramos solventar un almuerzo, pero sin duda no alcanza.”
La olla es resistencia. Pero también es síntoma de una crisis que ya no puede ocultarse. Cuando la comunidad educativa debe alimentarse entre sí, es porque el Estado ha abdicado su responsabilidad básica. Cocinar se volvió sinónimo de sobrevivir en comunidad.
🔻 Autogestión, solidaridad y límites humanos
“Se nos complica sostener si no tenemos los medios para comprar mercadería ni insumos.”
“Si no hay un cuerpo estudiantil activo, no se puede repetir la olla.”
La autogestión es poderosa, pero no infinita. La voluntad colectiva no reemplaza los presupuestos. Cada vez que una olla se enciende, se apaga un poco más la obligación estatal. Organizarse no debería ser la única estrategia de sobrevivencia.
🔻 Pensar, debatir, militar: todo con hambre
“Más que pensadas para entregar un almuerzo, las ollas nos servían para quedarnos en la facultad.”
“Y también tener un espacio de discusión sobre lo que está pasando con el sistema universitario.”
Las ollas son más que comida: son espacios políticos. Allí se cocina también la conciencia, la rabia, la estrategia. La universidad pública no se entrega, se defiende, incluso con el estómago vacío.
🔻 La educación pública, fuera del radar del gobierno
“El año pasado la universidad sufrió una crisis muy importante en términos de pérdida económica.”
“El Estado Nacional no acompañó en nada los pedidos de las universidades.”
El abandono no es una sensación: es una política. La falta de inversión, las becas congeladas y la indiferencia frente al hambre construyen una pedagogía del ajuste. La educación pública no está cayendo, la están empujando.
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