🍞 Alimentos sin freno: suben los precios mayoristas y crece la presión sobre las familia

En febrero de 2025, los precios mayoristas de alimentos y bebidas subieron 2,4% y acumulan un 44,8% interanual. El dato, proveniente del último informe del INDEC sobre el Sistema de Índices de Precios Mayoristas (SIPM), refleja una aceleración sostenida que golpea direct

Fuente: Foto de OCU.ORG

 

Un rubro que no da tregua: alimentos y bebidas


Durante el mes de febrero, el rubro “alimentos y bebidas” dentro del IPIM (Índice de Precios Internos al por Mayor) registró una suba del 2,4%, superando ampliamente al promedio general del índice, que fue del 1,6%. Esta diferencia muestra que, aun cuando otros sectores del índice presentaron cierta desaceleración, los alimentos continúan con un comportamiento ascendente. Este fenómeno se repite en cada publicación mensual del SIPM: el rubro alimentario tiende a ubicarse por encima del nivel general. Esto es grave no solo porque afecta un sector sensible del consumo, sino también porque es un indicador adelantado de lo que sucederá en el índice minorista. Cuando sube el mayorista, inevitablemente terminará subiendo el precio en góndola.

 


Una escalada sostenida: el dato interanual desnuda la profundidad del problema


El análisis interanual del SIPM revela una situación aún más alarmante: los precios mayoristas de alimentos y bebidas aumentaron un 44,8% en los últimos doce meses. Es decir, casi duplicaron el ritmo de crecimiento del IPIM general, que en igual período fue del 32,7%. Este dato es clave porque muestra que el encarecimiento de los alimentos no es circunstancial ni reciente. Se trata de un proceso continuo que se viene profundizando desde hace al menos un año. Esta escalada afecta especialmente a los sectores de menores ingresos, para quienes la proporción del gasto destinado a alimentos representa la mayor parte del presupuesto familiar.

 

 
El aporte silencioso pero clave: los alimentos en la estructura de precios
Según el cuadro de incidencia del informe, el rubro “alimentos y bebidas” explicó por sí solo 0,29 puntos porcentuales del total del aumento del IPIM en febrero. Esto lo convierte en una de las principales divisiones responsables del alza general del índice, junto a productos agropecuarios (0,43%) y refinados del petróleo (0,25%). Es decir, incluso cuando no es el rubro que más sube en términos porcentuales, es el que más tracciona por su peso específico en la estructura del índice. Esta incidencia sostenida mes a mes transforma a los alimentos en un factor estructural del fenómeno inflacionario mayorista, no en una variable marginal o coyuntural.

 

 
Año nuevo, precios viejos: el acumulado también preocupa


Ya en los dos primeros meses del año, los precios mayoristas de alimentos y bebidas acumulan un incremento del 3,8%, lo que confirma la continuidad de la tendencia inflacionaria. Esta cifra, que puede parecer moderada si se la compara con otros momentos críticos del pasado, esconde un fenómeno persistente que se sostiene incluso en un contexto de recesión del consumo. A esto se suma un dato revelador: si se considera el Índice de Precios Básicos del Productor (IPP) —que mide los precios “puros”, sin impuestos ni márgenes comerciales—, la suba acumulada en alimentos y bebidas asciende al 4,4% en lo que va del 2025. Esto indica que el problema no es exclusivamente fiscal ni externo: los precios de origen también se disparan, revelando un incremento en los costos de producción y/o un aumento de rentabilidad por parte de ciertos sectores.

 

 
El precio de producir y de comer: la presión del agro


Uno de los motores del alza en alimentos es el aumento de los insumos primarios que los componen. El informe muestra que los productos agropecuarios —que son el corazón de la industria alimentaria— registraron en febrero una suba del 3,9% y acumulan un incremento del 51,9% interanual. Estas cifras indican que la presión inflacionaria comienza en el primer eslabón de la cadena: el campo. Desde los granos hasta la carne, pasando por los productos hortícolas y lácteos, el aumento de costos en origen se traduce en un impacto directo sobre la canasta básica. Si a esto se suman aumentos en energía, combustibles y transporte, el resultado es un sistema de precios que escala sin control, empujado desde abajo y sin barreras efectivas que frenen el traslado a los consumidores.

 

 
Comer sigue siendo un privilegio en un país productor de alimentos


Lo que el SIPM revela con números fríos es una verdad que las familias perciben con crudeza: comer bien en Argentina es cada vez más difícil. En los barrios, en los comedores, en los supermercados, el fenómeno se repite. Los hogares recortan calidad, variedad y cantidad. El aumento en los precios mayoristas de alimentos no es un dato más: es el anticipo de nuevas rondas de exclusión alimentaria. Cuando el precio de lo esencial crece por encima del promedio, y lo hace de forma sostenida, lo que está en juego es la posibilidad de garantizar una alimentación adecuada, sana y suficiente. Se habla de inflación, pero en realidad se habla de hambre.

 

 
Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), Sistema de Índices de Precios Mayoristas (SIPM). Informe técnico – febrero 2025

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